martes, 8 de mayo de 2012

El tipo del psiquiátrico VII



Martínez lanzó sobre su mesa las fotografías del caso del psiquiátrico cuando el teléfono de su mesa sonó.
—Soy yo —dijo una voz al otro lado imposible de no reconocer.
Muchas habían sido las bromas sobre la voz de dibujos animados que tenía el forense. Un tipo profesional y meticuloso, pero con una voz ridícula.
—¿Qué has averiguado? —preguntó Martínez y al igual que el forense omitió ningún otro comentario.
—El hombre se ha quitado la vida. Puedes cerrar el caso como suicidio. 
—¿Estás seguro?
—No hay dudas sobre la causa de la muerte.
El forense colgó de la misma manera que había llamado, sin utilizar una palabra innecesaria en su conversación. Martínez aún con el auricular en la mano observó de nuevo la fotografía que había encontrado en la habitación del muerto y la mujer lo retaba con su mirada. La curiosidad le empujaba a descubrir la identidad de esa mujer, encendió un cigarrillo y pensó en el caso, en cómo se había resuelto, sin trabajo ni complicaciones, sin embargo, algo no encajaba, pero, “¡Joder! El tipo se había rebanado el cuello”. Así que por qué no lo cerraba y se marchaba a casa. Antes averiguaría quién era la mujer de esa fotografía. Condujo hasta la urbanización dónde vivía la viuda con la esperanza de encontrar otra vez a la pelirroja. Cómo la vez anterior, Mara abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarle pasar. Su perfume llegó hasta la nariz del inspector. Mara extendió la mano para saludarle y él la sujetó entre las suyas más de lo necesario, aunque ella no la retiró.
—Quisiera hablar con su hermana.
—Aún está muy afectada. ¿No podría ser en otro momento? 
Mara se frotó las manos de una manera nerviosa y clavó sus ojos en el inspector con una súplica silenciosa. Martínez casi se dejó convencer por ella, pero no era nuevo en estos menesteres y la pelirroja ocultaba algo que quería impedir que él descubriera. 
—Lo siento, pero necesito hablar con ella. Le aseguro que seré breve.
La viuda, al contrario que su hermana, era morena, unos años más mayor y llevaba el pelo recogido en un estirado moño.
—Señora, siento lo ocurrido, pero si se encuentra con fuerzas me gustaría hacerle unas preguntas sobre su marido.
La viuda asintió sin dejar de enjuagarse las lágrimas con un pañuelo.
—¿Conocía a esta mujer? —preguntó el inspector a la vez que le enseñaba la fotografía.
—No —contestó y a diferencia de su hermana parecía decir la verdad—. ¿Quién es? 
—Eso intento averiguar.
—¿Qué tiene que ver con mi marido?
—Todavía no lo sé, la encontré entre sus pertenencias.
La mujer me miró sorprendida, no entendía nada de lo que había pasado, la muerte de su marido había sido inesperada y de la forma en que sucedió todavía la sorprendió mucho más, y ahora, aquel policía le decía que su marido guardaba celosamente la fotografía de aquella mujer. Se preguntaba si su marido escondía algún otro secreto que ella ignorase.