miércoles, 29 de febrero de 2012

EL TIPO DEL PSIQUIÁTRICO I




Eran las seis de la mañana, cuando el teléfono empezó a sonar de una manera insistente, el detective Martínez utilizó la almohada para apaciguar ese sonido torturador. Pero con voz ronca y adormilada, agarró el teléfono y emitió un graznido, su interlocutor no sabía muy bien qué decir, él solo cumplía órdenes y despertar al detective Martínez no le haría más popular en la comisaría. Un tipo se había suicidado y el inspector Montilla quería que el detective Martínez se ocupara del caso.
El detective escuchó al policía, un joven rubio que a veces por su aspecto hacía de topo en las manifestaciones juveniles, anotó en un papel la dirección, aunque hasta que llegara a la escena del crimen no prestaría atención a nada más que a una ducha. Luego, bebió un café y se vistió despacio, se tomó su tiempo para ajustarse el nudo de la corbata, ya no le molestaba las burlas de sus compañeros sobre su vestuario. Le gustaba vestir como a los detectives de las viejas películas en blanco y negro. Después de colocarse el sombrero se ató sus zapatos, sabía que estaba tardando demasiado, pero qué cojones le importaba que el estirado del inspector, un niñato de apenas treinta años, pensara de él y de su estilo de vestir. A esas alturas de su carrera le daba igual el prometido ascenso, tenía cuarenta y ocho años y solo se conformaba con cobrar la nómina a fin de mes. Introdujo su arma en la funda y se puso la chaqueta. Ahora estaba preparado para su nuevo caso, un tipo se había suicidado cortándose el cuello con un cuchillo jamonero en un centro psiquiátrico. 

martes, 28 de febrero de 2012

BLANCANIEVES


Érase una vez, en pleno corazón del invierno, una reina que cosía al lado de la ventana... Así empieza el maravilloso álbum ilustrado de Benjamin Lacombe, titulado Blancanieves, de la editorial Edelvives. Esta editorial también cuenta con otros álbumes de este mismo autor. Libros que por su calidad en las ilustraciones y textos; junto con el cuidado diseño de la editorial a la hora de su publicación nos transporta a una realidad ya olvidada para los adultos, mientras resulta un gran descubrimiento para el público infantil. Os dejo el enlace de esta editorial, para aquellos que todavía creen en los cuentos de brujas, princesas encantadas y príncipes azules.
http://www.edelvives.com/literatura/albumnes/albumes-ilustrados/blancanieves

DESDE RUSIA CON TERROR





Nikolái Vasílievich Gógol fue un escritor de lengua rusa aunque nació en Ucrania. Su  obra más conocida es Viyi considerado un cuento de terror, este cuento fue publicado por primera vez dentro de una colección de cuentos de terror en una novela titulada Mirgorod. Cuenta la historia de tres estudiantes del Monasterio de Bratsky en Kiev. Una noche, los jóvenes emprenden el camino a la aldea, sin embargo, se perderán en el bosque y al final encontrarán dos pequeñas casas y una granja. Allí una anciana les dejará acomodarse en diferentes lugares, a uno de ellos en la choza, otro en el pesebre y el otro en un armario vacío. Por la noche la anciana acudirá al estudiante que dormía en la choza con los ojos enrojecidos, el sacerdote hará un exorcismo y la bruja se convertirá en una hermosa joven, pero pronto descubrirá que la bruja no ha sido destruida. De todos modos, os dejo un enlace que merece la pena ver para comprender algo más de la trama de este cuento de terror: http://www.youtube.com/watch?v=bmabKFJh6tk

jueves, 23 de febrero de 2012

LA MALETA MARRÓN




Veía a la gente a mí alrededor mientras esperaba en el andén con la maleta marrón, donde había metido las pocas pertenencias que poseía. El frío de ese amanecer triste de despedidas, de amores imposibles y de familias rotas me mostraba un futuro incierto. No dejaría que las lágrimas descendieran por mis mejillas, ni el sufrimiento envolviera mis entrañas hasta ahogarme y tatuara la huella de la incomprensión y la injusticia en ellas. Mi maleta me pesaba demasiado, cuando solo contenía unos pocos recuerdos, que no permitiría que me arrancasen. El tren se adentró por completo en la estación, ese dragón de metal que nos llevaría a un lugar lejano, donde comenzar una nueva vida. Los pasajeros tomaron posición de sus asientos; no necesitaba mirar atrás, nadie me despediría, me había negado a ello. Pronto regresaría, promesas envueltas en una mentira, nadie regresaba, ¿quién lo haría? Escapar era un milagro, volver la mayor de las estupidez.
Sentía que un nuevo mundo se abría ante mí, y allí lucharía con uñas y dientes por ser feliz. Mi dolor me acompañaba a cada avance del tren, un dolor profundo, agudo, que aguijoneaba lo más hondo de mi ser, un dolor que camuflaba mi ira, mi cólera contenida y mi frustración. Apreté los dientes para no llorar, no derramaría más lágrimas de miedo por abandonar todo lo que había conocido hasta entonces.
Apoyé la cabeza sobre el cristal, era gratificante contemplar los campos verdes que pasaban ante mis ojos, no entendía como aquella tierra albergaba tanto odio y también tanta pena. El pensamiento de abandonarla por una oportunidad, no alejó de mi boca un sabor amargo.
El tren avanzaba sin vacilación, de pronto, apareció la siguiente estación, sería un paso más hacia la libertad, un paso más hacia mi destino.


miércoles, 22 de febrero de 2012

RETRUM: CUANDO ESTUVIMOS MUERTOS




Retrum: cuando estuvimos muertos es el primer libro de la saga Retrum del autor Francesc Miralles escritor y periodista catalán. La novela es la historia de Christian, un joven de dieciséis años, que tras perder a su hermano gemelo, se ha alejado de su familia y amigos. Christian pasa el tiempo solo, leyendo o escuchando música en el cementerio de Teiá. Un día, se encontrará en el cementerio a dos chicas y a un chico, todos vestidos de negro y los rostros pintados de blanco. Los chicos intimidarán a Christian, pero él se enfrentará a ellos, eso impresionará a los jóvenes quienes le explicarán que pertenecen a una orden llamada Retrum o la orden pálida. Ante la actitud de Christian le revelarán cómo pertenecer a la orden y le harán una pregunta: ¿has dormido alguna vez en un cementerio?

martes, 21 de febrero de 2012

EL SUEÑO








—¡Eres mía!
Adele se despertó sobresaltada. Tenía de nuevo aquel sueño, desde hacía dos semanas soñaba lo mismo. Un lugar en el desierto y un hombre a quien no podía ver el rostro le decía esas palabras. Pensó que su imaginación le gastaba una pesada broma de mal gusto. Tenía miedo de cerrar los ojos y dormir, sentía que cuando lo hiciera se transportaría otra vez a ese lugar de una manera muy real. Esa noche tomó un par de pastillas para dormir, pero eso no evitó que soñara con ese hombre.
—¡Eres para mí! El desierto será testigo de mis palabras...
—Yo pertenezco al Templo de Istar.
Él agarró a la mujer por los brazos con fuerza, Adele sintió el dolor y su odio.
—¡Jamás volverás allí!
Unas gotas de sangre se deslizaron por la comisura de los labios de la mujer. Adele sintió el puñal en su estómago, era tan real que gritó para despertarse. Se agitó con violencia, pero el dolor resultaba insoportable y le atravesaba las entrañas. Sus gritos hicieron acudir a su compañera de piso a su habitación.
—¡Adele! ¡Dios!—gritó su amiga al ver la ropa de la cama manchada de sangre.
Dos días más tarde, el informe de la autopsia establecía que Adele había muerto desangrada, por lo que parecía una herida de arma blanca. 

lunes, 20 de febrero de 2012

UNA SORPRESA GÓTICA





Julio Verne fue un escritor francés conocido en todo el mundo por sus novelas de aventuras. Considerado como el padre de la ciencia ficción es famoso por la exactitud en sus relatos, de numerosos avances científicos. Alejada de ese mundo de aventuras  escribió una novela llamada El castillo de los Cárpatos. Esta novela fue publicada por una revista francesa y posteriormente editada como libro. Es una de las mejores obras románticas y vampíricas de la literatura fantástica. Como dato anecdótico hay que señalar, que fue publicada cinco años antes que Drácula de Bram Stoker. ¿Casualidad o coincidencia?








miércoles, 15 de febrero de 2012

Mensaje en una botella




      La policía encontró el cadáver en la bodega. No había marcas de violencia, a escasos centímetros estaba el hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria. 
      Carlos Delgado era policía desde hacía mucho tiempo y, jamás en toda su vida profesional se había encontrado con un caso como el de esa mañana. Un muerto, un mensaje y el asunto más importante: una botella desaparecida. No se trataba de cualquier botella, era un Château Lafitte cosecha de mil setecientos ochenta y siete, cuyo valor aproximado rondaba los doscientos mil euros.
El muerto fue identificado como Alfonso Jiménez ––empleado––, había trabajado desde siempre en aquella bodega. El cadáver fue retirado bajo la atenta mirada del dueño. Mateo Sáez había heredado la bodega de sus padres. Generación tras generación había sido educada en la cultura del vino y por lo que Carlos había leído en alguna revista, dicha cultura no les había ido nada mal.
     Nadie podía explicar el significado críptico del mensaje: El vino del rey. Todas las botellas tenían contratado un seguro y aún así el rostro de Sáez parecía preocupado. Carlos apreció en los ojos del bodeguero un miedo irracional. Tras comprobar varias pruebas y hablar con el dueño, Carlos regresó a la comisaría para investigarle. Carecía de antecedentes policiales y no encontró nada que llamara la atención. Además, presentaba una sólida coartada para poder detenerle. Una llamada de teléfono del Anatómico Forense le comunicó que el resultado de la autopsia se le enviaría por fax. Al leerla, su primer pensamiento fue que esos tarugos de los forenses habían metido la pata. Según las pruebas realizada al cadáver, Jiménez tenía una edad aproximada de noventa años, pero no aparentaba más de treinta. 
    Equivocación o no, era un policía meticuloso así que investigaría al muerto. Al parecer en la red informática de la policía no aparecía nada sobre ningún Alfonso Jiménez. Abandonó la comisaría y se dirigió al juzgado, quería ver la partida de nacimiento de la víctima. Descubrió que no había nadie inscrito con ese nombre posterior a mil novecientos setenta. Se dirigió a la bodega para interrogar de nuevo a Mateo Sáez.
     Sáez recibió al policía y su actitud era la de un hombre atormentado por la culpa. El policía no necesitó presionarle para que hablara.
     ––De niño mi padre consiguió el Château Lafitte. Nunca me contó cómo lo hizo ni tampoco consintió en venderlo o tomarlo. Alfonso era su hombre de confianza , a su muerte se encargó de la bodega. Siempre me pareció un hombre diferente, pero conocía bien su trabajo. Con los años aprecié en él algo que lo distinguía del resto, no envejecía cómo los demás y disponía de una salud envidiable. Hasta los treinta años viajé mucho y cuando regresé a casa, una noche le descubrí bebiendo el Vino del rey.¡Alfonso me contó algo increíble! El vino contenía los componentes del elixir de la juventud. Al principio, pensé que se trataba de una burda mentira para que no lo despidiera, pero al observarle entendí que era cierto. Más tarde, descubrí el motivo por el que mi padre jamás bebió ese vino: temía vivir en soledad.
    ––¿ Por qué le mató?
    ––¡Fue un accidente! Había conocido a una mujer y quería contarle nuestro secreto.
    ––¿Usted escribió la nota?
    ––No, pero tampoco robé la botella. Discutimos, le empujé y al caer se golpeó la cabeza.
    ––Deberá acompañarme a comisaría.
    Sáez no se resistió y Carlos creía que el pobre tipo necesitaba una evaluación psiquiátrica. 
    Al salir de la bodega ninguno observó a una mujer en el interior de un coche. No aparentaba más de treinta años. Sonrió al pensar que ahora había descubierto más Château Lafitte. Pronto viajaría a Portugal para recuperar otras botellas de aquel líquido vital. No temía a la soledad, en cambio, sí a la vejez y a la muerte. Mademe Du Barry se retocó el maquillaje e introdujo en su boca un bombón de chocolate para después arrancar el motor de su coche.

martes, 14 de febrero de 2012

El gótico en España






         Gustavo Adolfo Bécquer fue un escritor y poeta perteneciente al movimiento Romántico. También escribió algunas narraciones propias del género gótico o de terror. Su trabajo más conocido son sus Rimas y Leyendas, pero sus cuentos de terror son igual de meritorios. Entre ellos, hay que destacar Maese Pérez, el Organista, El Miserere y El Monte de las Ánimas.

viernes, 10 de febrero de 2012

Trilogía de la Oscuridad





         Nocturna es la primera novela de la Trilogía de la Oscuridad coescrita por Guillermo del Toro y Chuck Hogan. La historia comienza cuando un avión Boeing 777 aterriza en el Aeropuerto Internacional JFK en Nueva York procedente de Berlín. En el avión todos los pasajeros y tripulación han muerto y ello hace pensar en un virus. Pero un empleado del aeropuerto encontrará un ataúd lleno de tierra en el departamento de equipajes. De este modo, se produce la llegada de Jusef Saru, un vampiro conocido como El Amo a Estados Unidos. Aunque es una novela de vampiros, éstos son diferentes: comen a través de un aguijón y su sangre es un líquido blanquecino. Además de muchas otras características que los hacen distintos a cualquier otro vampiro. El libro está escrito casi como si fuera un guión cinematográfico, y al leerlo es fácil ver una película oculta dentro de la novela.

jueves, 9 de febrero de 2012

ELLA




     Al abrir los ojos no supe sí dormía o estaba despierto. La sensación de opresión en el pecho me hizo comprender que no soñaba. Moví uno de mis brazos, pero fui incapaz. Pensé que había sufrido un accidente y estaba paralizado o peor aún, muerto. Aunque no podía ser cierta ninguna de las dos opciones porque sentía un hormigueo que avanzaba por mi pierna derecha. La sensación era acariciadora a la par que me aseguraba que vivía. Durante unos segundos no sentí nada, pero de una manera incomprensible para mí, el desasosiego dio paso a un alivio que ocupó por completo mi interior. A la vez, empecé a desesperar, no había ningún indicio de luz que me indicara dónde me encontraba y qué hacía allí, entonces, el miedo se apoderó de mí. Sí bien, no estaba muerto y tampoco inválido, cuál era el motivo por el que no movía mis extremidades. De pronto, recordé y el pánico acometió igual que un galeón pirata con las velas extendidas. Sabía qué me había ocurrido, agudicé los sentidos, ella no podía estar muy lejos, había notado su presencia en mi pierna derecha al inyectar su veneno. No debía hacer mucho de eso, los dolores no habían comenzado pero la parálisis era evidente en mi organismo. No podía dejarme arrastrar por el miedo, tenía que conseguir el antídoto. Disponía de quince minutos a partir del momento en que la inmovilidad me impidieran llegar al cajón de la mesa. Un nuevo cosquilleo en mi cadera izquierda hizo que mi transpiración empapara la camisa, el sudor bajaba por mi frente y el temor a que me inyectara una segunda cantidad de veneno me hacía ser cuidadoso. Arrastré mis piernas por el suelo y para ello me apoyé sobre los codos hasta llegar a la mesa. El esfuerzo me dejó exhausto. El amanecer mostraba una débil luz que entró por la ventana y me permitió verla. Ella recorrió mi cuerpo con rapidez hasta detenerse en mi pecho. Sus pequeños ojos me miraban con acusación. Le habíamos causado tanto dolor al experimentar con nuestros fármacos que ahora estaba furiosa. Era absurdo pensar algo así, ningún ser de esas características podría recordad, sin embargo, movía sus patas con una lentitud premeditada que me causó tanto miento que apenas sí respiraba. El dolor era cada vez más fuerte, miré el reloj de la pared y cuando fueran las diez estaría muerto. Con mucho esfuerzo hice un intento de llegar a ese cajón que me salvaría la vida, pero ella adivinó mis intenciones y levantó una de las patas en señal de amenaza. Su actitud me detuvo, el dolor era insoportable y, entonces, oí cómo el reloj marcaba las diez. 

LA PRIMERA NOVELA GÓTICA




          La novela gótica es una novela ligada al género del terror. La primera obra de esta clase es El castillo de Otranto (1765) de Horace Walpole. La historia se desarrolla en Italia durante la Alta Edad Media, y en ella, ya aparecen elementos propios de una novela gótica: un castillo, una maldición y la muerte de alguno de sus protagonistas. El IV conde de Orford, conocido comúnmente como Walpole, es quien inaugura dicha tendencia literaria de ficción fantástica.

miércoles, 8 de febrero de 2012

DÉJAME ENTRAR




           Déjame entrar es un libro del escritor sueco John Ajvide Lindqvist . Es la historia de un niño llamado Oskar y su relación con una criatura con apariencia de niña que se llama Eli, de una edad similar a Oskar. En realidad, esa criatura tiene hábitos propios de un vampiro. La acción transcurre en uno de los suburbios de Estocolmo a principios de los ochenta. Aunque la novela presenta una temática propia del género fantástico, también hay otros temas secundarios importantes como el acoso escolar, el alcoholismo y el aislamiento. Un dato curioso es su título. El autor hace referencia al mito folklórico de que los vampiros no pueden entrar en ninguna casa, si antes no han sido invitados por algún humano. Déjame entrar es una novela de vampiros, pero al leerla verás que es mucho más.

martes, 7 de febrero de 2012

RECOMENDACIONES



          Edgar Allan Poe fue un escritor, poeta, crítico y periodista estadounidense que destacó por sus relatos cortos y cuentos de terror. Poe renovó la novela gótica y también fue un precursor de los relatos detectivescos y de ciencia ficción. Fue uno de los primeros escritores que quiso hacer de la escritura su medio de vida, algo que le trajo lamentables consecuencias. Entre sus obras, de diversa temática, destacan sobre todo: la muerte, entierros prematuros o la reanimación de cadáveres. También la venganza es otro de sus temas preferidos, al igual, que la culpa o el poder de la voluntad. Entre sus mejores cuentos hay que destacar: El gato negro. Un cuento de terror psicológico que merece la pena leer con atención. La figura de este escritor ha marcado a muchos otros que han intentado seguir sus pasos en el mundo del terror. Su muerte, apenas a los cuarenta años de edad, es todavía hoy un misterio. Un magnífico final para  uno de los mejores representantes de este género.

lunes, 6 de febrero de 2012

EL ÁNGEL ROJO


El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral. Inmóvil, contempló a través de la puerta el cuerpo  inerte de Gloria. Su pelo rojo brillaba con intensidad y, aún conservaba un olor afrutado, que ni siquiera la muerte le había arrebatado. Sus ojos verdes miraban fijos hacia la puerta y su perfecto rostro exhibía un gesto de incredulidad. El comandante sintió rabia por haber confiado en ella y sobre todo por amar a una mentira. Ahora, su carrera estaba destrozada y su familia sufriría las consecuencias de su error. Arrugó entre las manos la carta de la traición, la vida de miles de hombres habría podido salvarse, si él no hubiera accedido a las peticiones de Gloria. Pero no pudo resistirse al poder de un ángel rojo. Apuntó a su sien con el arma y disparó.








domingo, 5 de febrero de 2012

El camino que no saben ver




El camino en el bosque, siempre oculto a todos aquellos que no saben ver...
Argana recordó las palabras de su madre y una sonrisa apareció en su rostro. Ella ya había encontrado el camino. Lo visitaba con frecuencia pero temía ser descubierta, ahora todos andaban a la caza de brujas. Debía ser más cuidadosa, desde el día que supo que era descendiente de sanadoras, conocía qué se ocultaba al final del bosque. Su abuela le había contado la historia y, al igual que ella, su madre también había sido una sanadora. Aunque su hermana Cecile no había heredado su don. Esa mañana se vistió deprisa y antes de que todos despertaran en el castillo se dirigió al bosque, el camino que conducía al secreto que todas las sanadoras habían jurado proteger, estaba oculto por unos helechos y unas enredaderas espesas con largas agujas defensivas. Argana cerró los ojos y pronunció las palabras que harían que la naturaleza obedeciera. De pronto, las enredaderas dejaron un espacio por dónde pasar, pero antes de entrar, el ruido de jinetes la alertó del peligro. Emitió de nuevo las órdenes para que las enredaderas ocultaran su secreto pero fue demasiado tarde. Al frente del grupo, Cecile montada sobre el caballo de Redoc, el hijo mayor del conde, y parecía señalarla. Al lado, se encontraba su hermano Liam, y a quién su padre le enseñaba esgrima todas las tardes. Argana intentó escapar, pero los hombres cortaron sus pasos e impidieron que huyera. Todos la miraban con odio, la joven no comprendía nada de lo que ocurría hasta que su hermana habló:
—¡Es una bruja! —la acusó mientras Argana asustada negaba las acusaciones con la cabeza.
—¡Apresadla! —gritó el hijo mayor del conde
—¡Habéis perdido el juicio! —intervino Liam—. ¡Es Argana!
Liam se bajó del caballo para protegerla pero su hermano ordenó a dos de sus hombres que también lo apresaran. Cecile miró con verdadero odio a Argana y ésta supo la razón de su traición.: Cecile amaba a Liam.
Esa misma noche, fue condenada a muerte, sería ejecutada al día siguiente por brujería. Su hermana Cecile había dado detalles sobre sus prácticas, la muchacha convenció a su auditorio de que era una bruja muy peligrosa y con sus artes había hechizado a Liam. Todos en el castillo conocía el amor que el hijo del conde profesaba a la joven, así que consideraron como ciertas las palabras de Cecile.
En la celda, Argana se lamentaba de no haber visto el odio de su hermana, pero para ella ya era demasiado tarde. De pronto, el carcelero abrió las rejas, luego se retiró y una figura que sujetaba una antorcha entró.
—¡Argana!
La joven reconoció la voz de Liam y no pudo evitar lanzarse a sus brazos.
—¡No soy ninguna bruja!
—Lo sé —dijo él—. Debemos irnos. No tenemos mucho tiempo.
—Mi padre y mi abuela, ¿están bien?
—Lo siento —dijo Liam, pero ella no necesitó que él le contara lo ocurrido lo leía en sus ojos.
—¡No! —gritó la joven y Liam la abrazó más fuerte para consolarla.
—Argana no podemos quedarnos más tiempo o yo también seré ejecutado por ayudar a una bruja —la joven asintió y salieron de la celda.
Dos caballos los esperaban pero Redoc también los aguardaba junto con Cecile.
—¡En verdad te ha embrujado! —gritó Redoc, luego desenvainó su espada para enfrentarse a su hermano.
—Hermano, no pelearé contigo —dijo Liam.
—¡Mata a la bruja! —gritó Cecile, sus ojos parecían inundados por el odio y su cara se había desfigurado por los celos.
—Liam decide de qué parte estás.
Redoc se acercó a él y apuntó con el filo de su espada el pecho de su hermano. Liam retrocedió y también desenvainó la suya, pero Liam era mucho mejor con la espada que su hermano y un movimiento certero le hizo asestarle una estocada  mortal. Los gritos de Cecile alertaron al resto de los hombres y pronto estarían rodeados.
—¡Liam! ¡Debemos irnos! —exclamó Argana, mientras estiraba de él.
Liam estaba tan aturdido por lo que había hecho que no dejaba de pensar que había matado a su hermano. Sin embargo, Argana colocó su mano sobre su pecho, cerró los ojos y pronunció unas palabras que consiguió consolarle lo suficiente para pensar de nuevo. Ambos se miraron fijamente y Argana vio en los ojos del joven la sombra de la sospecha.
Ahora Liam era un fugitivo de la justicia, su padre no descansaría hasta encontrarle y condenarle por la muerte de su hermano, pero Argana sufriría mucho más la ira del conde.
Durante toda la noche cabalgaron para huir, sin embargo, Liam no convenció a Argana de que lo acompañara. Ella pertenecía al bosque, le habló de un secreto, de cómo debía sanar a Cecile, de muchas cosas que él no comprendía. Pero al ver su poder y el inicio del camino supo que pasaría mucho tiempo antes de que ambos volvieran a verse de nuevo.

La ventana





Nunca imaginé que un esguince me convertiría, al igual que James Stewart en la película «La ventana indiscreta», en un prisionero de mi propia casa. Y, también como a él, no sabía muy bien en qué ocupar mi tiempo. Aunque mi recuperación era más aburrida que la de James, ya que no tenía un vecino al que espiar y desde mi ventana tan sólo podía apreciar un cuadrado de baldosas marrones. Era la entrada de la casa y una gran puerta de hierro en color forjado era el acceso a la vivienda. Al entrar, primero encontrabas a mano derecha un arriate de hierba buena, para continuar con un banco de madera y terminar con otro arriate de romero y tomillo. La entrada disponía de varios escalones hasta llegar a la puerta principal. En mitad se encontraba ese cuadrado perfecto de baldosas marrones, dónde varios árboles frutales, entre los que había dos cerezos, un ciruelo y un níspero, habían perdido las hojas que caían diseminadas a sus pies. En el centro de ese cuadrado, existía otro de baldosas de pizarra de color negro, aunque su forma rectangular se asemejaba a una alfombra. Sobre la alfombra de pizarra había una gran maceta de piedra blanca en la que habían plantado una yuca que el sol obligaba a inclinarse un poco hacia la derecha. Al fondo, unas placas de metal de color del hierro forjado separaba el terreno del exterior. Giré mi silla de ruedas y miré el interior de mi habitación, una mesa de estilo victoriano ocupaba la mitad del salón, la habitación en la que me encontraba. Encima de la mesa tres fuentes de distinto tamaño de color esmeralda estaban colocadas en hilera. Sobre la mesa, dos lámparas con una tulipa de tela blanca y plisada colgadas a igual altura y a la misma distancia una de otra. Detrás un aparador, en el que había una lámpara de cristal y alpaca, de la que colgaban pequeñas lágrimas de cristal y que tenía una apariencia de estilo hindú. Al otro extremo del aparador un jarrón de madera oscura de origen africano en el que había una orquídea blanca. En la pared y sobre el aparador habían puesto un enorme cuadro cuyos personajes, dos mujeres y un niño de origen africano miraban un desierto. Miré el cuadro y me perdí en su paisaje, imaginé encontrarme allí, para eso sólo faltaban treinta días y una radiografía. 

Un segundo




Era un día brillante, luminoso y hacía calor. Ambas nos vestimos con unas camisetas de manga corta. Su parque preferido estaba cerca de casa, había cogido su cubo para la arena y la muñeca a la que llamaba Kati, que estaba despeinada y siempre llevaba un calcetín, un día desapareció el compañero y nunca se supo más de él.
Al llegar, el columpio no estaba ocupado, así que Candela se dirigió con una gran sonrisa en la boca y aire de satisfacción hacía él. No había otro niño para ocupar aquel objeto deseado por la mayoría de los visitantes infantiles.
Permanecí cerca de ella, sentada en el banco que me facilitaba la visión completa del columpio y de Candela. Cerré los ojos sólo un segundo, un maldito y funesto segundo, algo que no me perdonaré mientras viva. Al abrir los ojos de nuevo, el columpio estaba vacío, el movimiento del mismo me indicaba que no hacía mucho que Candela se había bajado de él.
Observé a todos los que estaban en el parque y no lograba verla. Su camiseta roja llamaba la atención, llevaba unas pequeñas mariposas bordadas en ella. Empecé a inquietarme, miré con desesperación alrededor y grité su nombre, mientras recorría cada uno de los rincones de aquel parque. Candela ya no estaba allí, había desaparecido.
Casi no podía respirar, sin embargo, sabía que si me dejaba llevar por la histeria no podría ayudar a mi hija. Atroces pensamientos me atormentaban y ni siquiera tenía a Kati.
Alguien había llamado a la policía, el hombre de uniforme que me hacía preguntas y al que yo contestaba sin saber muy bien qué decía. También habían llamado al padre de Candela, su mirada era la peor de las recriminaciones, me sentía tan culpable, que el aire había dejado de entrar en mis pulmones y amenazaba con ahogarme. El policía fue consciente de ello, en el mismo instante en que caí al suelo.
Desperté en una ambulancia, durante un segundo no recordé por qué me encontraba allí, durante ese segundo volví a respirar. Logré convencer al médico de que estaba bien, supongo que las cápsulas que me hizo tragar alivió la situación. Ahora, podía notar de nuevo, que el aire llegaba hasta mis pulmones.
La noche se hizo eterna, durante horas miré la pared del comedor. En silencio observé la oscuridad. Mi mente no dejaba de atormentarse, de culpabilizarse hasta el extremo de querer morir, de acabar con aquella agonía que me había producido diez
canas prematuras en un par de horas. Recé, supliqué, imploré porque ella apareciera, me daba igual quien escuchara mis lamentos, sólo esperaba que alguien lo hiciera.
Cuando sonó el timbre de la puerta, y entró un policía, el miedo me inmovilizó por completo. El agente me sonrió, eso hizo que me agarrara a su uniforme con desesperación, que llorara hasta que no quedó ninguna lágrima que derramar. El policía aguantó paciente aquel despliegue de tensión que no podía controlar, el temblor de mi cuerpo era tal que el buen hombre sólo pudo sujetarme para que no cayera. La habían encontrado, estaba bien, algo aturdida y no sabía explicar qué había ocurrido.
No volví a ese parque, no podía atravesar sus puertas sin que el temor me recorriera la espina dorsal y, ella nunca quiso más su camiseta roja.
En el segundo que dura un aleteo de mariposa todo cambió. 

El espejo



No pude evitar detenerme ante el espejo, observé mi rostro, las pequeñas arrugas que el tiempo, sin apenas darme cuenta, se había encargado de colocar. Me giré y vi que mi figura ya no era como hacía unos años. Y de nuevo, observé mis ojos y recordé otro tiempo, junto con otros momentos más felices. Mi imagen sonrió e hizo que las pequeñas arrugas de la comisura de la boca fueran más marcadas. Durante unos instantes, no vi a la mujer madura en la que me había convertido, sino a la niña de diez años que había cogido los zapatos de tacón y aquel pintalabios rojo que mamá sólo usaba los domingos.

Las fases de la luna




Luna Nueva o Luna Negra:

Durante un instante ningún reflejo de la luna iluminaba el camino. La joven avanzaba deprisa para salvar la vida. Tan sólo la separaba de la venganza de su enemigo esas horas que pertenecían a la noche. Una venganza que había tejido, al igual que la mejor tela de araña, con una precisión asombrosa. Miró al lugar del camino, dónde la luna había dejado caer uno de sus pálidos haces de luz la noche anterior. Entonces, escuchó el aullido de un lobo y supo que él la había encontrado.

Luna Nueva Visible o Luna Creciente:

La luna era una pequeña figura en el cielo estrellado. Había cabalgado durante todo el día con un sólo objetivo: encontrar el motivo de sus desgracias. Sabía hacia dónde se dirigía y por muy poco no la había apresado la noche anterior. Miró hacia el cielo y la luna lo miró con desprecio. En aquel momento sintió temor y también pena por sí mismo, al comprender que se había convertido en un verdugo.

Cuarto Creciente:

Esa noche el cansancio la obligaría a detenerse. Miró a la luna, esta vez un semicírculo iluminaba el camino. La inquietaba no saber el motivo de esa persecución. Había analizado una y otra vez que pecado había cometido y se sentía tan inocente que las lágrimas brotaron de sus ojos sin evitarlas.

Luna Gibosa Creciente:

Él contemplaba el proceso de aquella luna al perder su rectitud y tomar día tras día una forma cóncava. No aguantaría mucho más, había visto que las huellas eran más lentas, su presa estaba agotada y posiblemente la encontraría con facilidad muerta desfallecida en mitad del bosque. Cada noche que pasaba, la luna se convertía en la mejor guía al iluminar el camino por dónde seguir.

Luna Llena o Plenilunio:

Aquella noche sólo podía acabar con el encuentro de cazador y presa. Ella le vio cuando la luna se transformó en un círculo gigante. Él no estaba preparado para ese encuentro, pero ese inocente rostro, de piel tan pálida como la luna que los vigilaba, había causado mucho dolor. Apretó el puño de su espada y se dirigió hacia ella con la intención de matarla.

Luna Gibosa Menguante:

Al ver al joven acercarse a ella con la mirada de la muerte en sus ojos, pensó en otra noche, en otro lugar y en otro momento. La luna aquel día era cóncava, lástima que no pudiera hacerle comprender que cometería un error, sólo la luna era testigo de su inocencia.

Cuarto Menguante:

El joven recordó a su hermano y miró a esa bella mujer. Sólo vio el engaño en sus labios, la traición en sus ojos, la muerte en sus manos y entonces todo estuvo claro para él. Ahora, sí era consciente del pecado que ella cometió y de su venganza. Miró a la luna que esa noche tenía una forma de semicírculo y le juró servirla hasta su último día en la tierra, en cambio, el astro le mostró la muerte de su hermano.

Luna Menguante:

La joven vio la espada en forma de guadaña al igual que la luna que la iluminaba y supo que había llegado su fin. Sin embargo, cuando el joven soldado quiso ejecutar su plan a él le tembló la mano. El rostro de ella mostraba una rara belleza, un brillo inagotable, una irrealidad que lo hizo dudar. Pronto amanecería, él la miró directamente a los ojos y ella le sonrió, aquella sonrisa le hizo perder su valentía. Los primeros rayos de luz hicieron etérea la imagen de la joven, su palidez era asombrosa y su transparencia casi visible. El joven soldado intentó retenerla, tiró de su brazo para sujetarla, sin embargo, ella ya no estaba allí, la luz dominaba por completo a su alrededor, el día había llegado, la luna había desaparecido.



Bienvenida


  Black butterflies no ha sido un nombre escogido al azar, un día leí una vieja leyenda sobre estos animales, en realidad no son mariposas comunes, son grandes polillas negras a las que les gusta anidar dentro de casa. Polillas de grandes alas grises casi negras portadoras de un mensaje. En algunos lugares se las conoce como la voz de la muerte, en otros son simplemente mariposas negras. Pero a nadie deja indiferente el hecho de que al verlas entrar en tu casa una idea inquietante aparecerá en tu mente. Aquellos que conocen su leyenda no pueden creer que ese animal de grandes ojos saltones revolotee por el techo con total impunidad en un vuelo incesante, mientras dibuja extrañas figuras geométricas y sepa el nombre de quien pronto morirá en su hogar. Es inútil matarlas, las black butterflies antes o después siempre consiguen su propósito.

Concha.