martes, 22 de mayo de 2012

DIME DE QUÉ PRESUMES...




El Monje es una de las novelas del escritor inglés Matthew Gregory Lewis. Sorprende que la escribiera antes de cumplir los veinte años y sólo en diez semanas. Esta novela es una de las primeras novelas que realmente pueden encuadrarse dentro de lo que hoy llamamos literatura gótica. Es una novela trasgresora, anticatólica y escabrosa, sobre todo dado que fue escrita en 1796. En ella encontramos posesiones demoníacas, violaciones, asesinatos, incestos, fantasmas y la Inquisición española. El principal protagonista es Ambrosio abandonado en su nacimiento a las puertas de un monasterio de los Capuchinos no ha conocido otra vida que no sea dentro de los muros del convento. Su comportamiento ejemplar, autoritario y nada misericordioso con las debilidades de los demás le ha conducido a ser el abad y por lo tanto protegido de las tentaciones y del pecado. Poco a poco dicho monje pasará de ser un modelo de virtud a convertirse en un depravado y asesino que terminará condenado como hereje por un tribunal de la Inquisición. Junto a él existen varias historias paralelas igual de interesantes y muy bien enlazadas con la trama principal. 
De todos modos para aquellos que prefieran ver la película, aquí tenéis un enlace:



lunes, 14 de mayo de 2012

¿De verdad quieres mantequilla en las tostadas?





La editorial Sins entido ha publicado en esta ocasión la novela gráfica: Veneno de la ilustradora Bárbara Yelin, ilustradora alemana, junto al guionista Peer Meter. En ella se cuenta la historia de  Gesche Margarethe Gottfried, conocida como El ángel de la muerte de Bremen. Una famosa asesina en serie que mató a más de quince personas durante 1813 a 1827, casi todos familiares y utilizando arsénico de una manera cruel, untaba en tostadas la mantequilla envenenada sin ningún tipo de remordimiento. Las ilustraciones de Yelin son de una sencillez aterradora y cargada de tensión, cuyo máximo exponente a resaltar es la propia portada de la novela. Sus trazos a lápiz son capaces de trasladarnos a la época y proceder de una asesina de forma inmediata y directa.
Para aquellos que quieran ver una estupenda serie, sobre un caso de envenenamiento, les dejo este enlace: 



viernes, 11 de mayo de 2012

EL MODERNO PROMETEO





Mary Wollstonecraft Godwin conocida como Mary Shelley, fue una escritora británica reconocida por su novela gótica Frankenstein. En 1816 Mary en compañía de su esposo y su hermana planearon pasar el verano junto a Lord Byron y su secretario el doctor Polidory y alquilaron la villa Diodati cerca del lago de Ginebra en Cologny. Todos ellos pasaron el verano escribiendo, navegando en el lago y conversando hasta altas horas de la madrugada. Debido al mal tiempo tuvieron que permanecer muchos días encerrados y durante esos días a parte de la conversación sobre diferentes temas leían cuentos de fantasmas. Las conversaciones y la lectura llevaron a Byron a proponer que cada uno de ellos escribiese su propia historia sobrenatural. Esa noche todos se marcharon aceptando la propuesta de Byron y Mary tuvo un sueño. Dicho sueño era la visión de Frankenstein. Según sus propias palabras que escribió como introducción a la novela de la versión de 1831, explicó:

Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo. 

Para los amantes del viejo cine y las buenas historias de terror os dejo el siguiente enlace:

martes, 8 de mayo de 2012

El tipo del psiquiátrico VII



Martínez lanzó sobre su mesa las fotografías del caso del psiquiátrico cuando el teléfono de su mesa sonó.
—Soy yo —dijo una voz al otro lado imposible de no reconocer.
Muchas habían sido las bromas sobre la voz de dibujos animados que tenía el forense. Un tipo profesional y meticuloso, pero con una voz ridícula.
—¿Qué has averiguado? —preguntó Martínez y al igual que el forense omitió ningún otro comentario.
—El hombre se ha quitado la vida. Puedes cerrar el caso como suicidio. 
—¿Estás seguro?
—No hay dudas sobre la causa de la muerte.
El forense colgó de la misma manera que había llamado, sin utilizar una palabra innecesaria en su conversación. Martínez aún con el auricular en la mano observó de nuevo la fotografía que había encontrado en la habitación del muerto y la mujer lo retaba con su mirada. La curiosidad le empujaba a descubrir la identidad de esa mujer, encendió un cigarrillo y pensó en el caso, en cómo se había resuelto, sin trabajo ni complicaciones, sin embargo, algo no encajaba, pero, “¡Joder! El tipo se había rebanado el cuello”. Así que por qué no lo cerraba y se marchaba a casa. Antes averiguaría quién era la mujer de esa fotografía. Condujo hasta la urbanización dónde vivía la viuda con la esperanza de encontrar otra vez a la pelirroja. Cómo la vez anterior, Mara abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarle pasar. Su perfume llegó hasta la nariz del inspector. Mara extendió la mano para saludarle y él la sujetó entre las suyas más de lo necesario, aunque ella no la retiró.
—Quisiera hablar con su hermana.
—Aún está muy afectada. ¿No podría ser en otro momento? 
Mara se frotó las manos de una manera nerviosa y clavó sus ojos en el inspector con una súplica silenciosa. Martínez casi se dejó convencer por ella, pero no era nuevo en estos menesteres y la pelirroja ocultaba algo que quería impedir que él descubriera. 
—Lo siento, pero necesito hablar con ella. Le aseguro que seré breve.
La viuda, al contrario que su hermana, era morena, unos años más mayor y llevaba el pelo recogido en un estirado moño.
—Señora, siento lo ocurrido, pero si se encuentra con fuerzas me gustaría hacerle unas preguntas sobre su marido.
La viuda asintió sin dejar de enjuagarse las lágrimas con un pañuelo.
—¿Conocía a esta mujer? —preguntó el inspector a la vez que le enseñaba la fotografía.
—No —contestó y a diferencia de su hermana parecía decir la verdad—. ¿Quién es? 
—Eso intento averiguar.
—¿Qué tiene que ver con mi marido?
—Todavía no lo sé, la encontré entre sus pertenencias.
La mujer me miró sorprendida, no entendía nada de lo que había pasado, la muerte de su marido había sido inesperada y de la forma en que sucedió todavía la sorprendió mucho más, y ahora, aquel policía le decía que su marido guardaba celosamente la fotografía de aquella mujer. Se preguntaba si su marido escondía algún otro secreto que ella ignorase.

lunes, 7 de mayo de 2012

¿Ahora qué?




     Había cumplido su sueño, aunque se preguntaba: Ahora qué

   Había luchado por llegar, abandonó muchas cosas en el camino, sufrió la incomprensión, la crítica más injusta, las lágrimas más ácidas y después de todo, no encontraba una respuesta a esa pregunta. Las palabras le sonaban áridas y amargas. Pero la cuestión no dejaba de atormentarla, se colocó ante el espejo y le gritó enfadada a su imagen: ¿Ahora qué?
  
  Durante un instante no ocurrió nada, luego su reflejo sonrió y le dijo: 

     —Ahora, sé feliz.

( Segundo premio de la I Edición del Concurso Marzorelatos de la ciudad de Espartinas)

sábado, 5 de mayo de 2012

Sherlock Holmes y la lata de té



Watson no soportaba el sonido del violín cuando Holmes estaba aburrido. Ambos necesitaban un caso, pero Sherlock más que él o pronto el Stradivarius quedaría destrozado. Watson dejó el libro sobre la mesa al oír el timbre de la puerta. El violín también detuvo su lastimera melodía. 
—Un tipo grande y al menos calza un cuarenta y seis o no rozaría la alfombra al subir por las escaleras —dijo Holmes.
Watson estaba acostumbrado a sus deducciones así que no se sorprendió aunque como siempre llevaba razón. Un hombre grande, de aspecto bonachón que no hacía mucho había estado en las colonias por su tez morena, entró fatigado por el ascenso hasta la primera planta. 
—¿Sr. Holmes? —preguntó sin saber quiénes de los dos era el famoso detective.
—Yo soy Holmes —dijo Sherlock y se sentó en uno de los sofás sin extender la mano— Él es el doctor Watson. ¿Y usted?
El hombre pareció ofendido por la falta de amabilidad, pero guardó silencio y se sentó donde Watson le indicó. 
—Me llamo Robert Doyle —el hombre parecía indeciso y agarró su sombrero con fuerza.
—¿En qué podemos ayudarle? —intervino Watson ya que Holmes no estaba dispuesto a colaborar en esta ocasión.
—Bien —dijo—. No sé por dónde empezar.
—Quizá por el principio sería lo más conveniente —puntualizó Holmes y el rostro de Doyle se enrojeció aún más.
—Hace algunos años viajé a las colonias, durante mucho tiempo quise hacer ese viaje y un día decidí hacerlo. Vendí todo lo que tenía y alquilé a muy bajo precio mi casa a un pariente, un primo lejano, él viviría en ella hasta que regresara. Sin embargo, poseía una lata de té, para mí era mucho más que té, dentro había una perla. Por miedo a que me la robaran en el viaje se la entregué a un amigo o al menos eso creía hasta que al volver le pedí mi lata de té. Él me la devolvió, pero al abrirla descubrí que la perla ya no estaba. Aunque el precinto permanecía intacto. 
—¿Cómo sabe qué no era su lata de té? —preguntó Watson.
—Watson deje que el Sr.Doyle termine con su relato —intervino Holmes.
Watson asintió y Doyle continuó.
—No pude demostrar que esa no era mi lata y por supuesto que me había robado la perla. Incluso el magistrado que llevó mi caso parecía no creerme ya que no contaba con ningún testigo a mi favor. 
Holmes se puso de pie y paseó en silencio unos instantes en la habitación, mientras el doctor y el Sr.Doyle lo miraban sin pronunciar una palabra.
—Bien, aceptamos su caso —dijo Holmes.
Cuando Doyle se marchó Sherlock se dirigió a su habitación. Watson sabía que algo tramaba, una hora más tarde Holmes salió del dormitorio disfrazado de párroco y se dirigió a casa del vecino. Recorrió las calles y antes de llegar, conversó de la suerte del Sr. Doyle con unas feligresas a la puerta de la iglesia. Las mujeres decían que el magistrado era demasiado tonto, con hacer un buen té averiguaría que ese no podía ser el té del Sr.Doyle. Cualquier inglés que se preciara de serlo sabría que eso era imposible. Sherlock regresó a su casa y condujo a la policía hasta el vecino que había timado al Sr.Doyle. Un té no duraba tanto tiempo en buen estado, así que eso demostraba que había robado y cambiado el contenido de la lata. Al final, el vecino confesó su robo y fue obligado a que le devolviera la perla y pagara una multa, además de ser encarcelado. A partir de entonces el magistrado sería llamado "The tea" mote que nunca terminó gustándole y Holmes resolvió el caso más simple y fácil de toda su carrera, aunque aún no ha averiguado que tipo de té contenía la lata del Sr.Doyle.

viernes, 4 de mayo de 2012

LAS PIADOSAS



“Las nubes eran catedrales negras, altas y góticas que de un momento a otro habrían de derrumbarse sobre Ginebra. Más allá, al otro lado de los Alpes de Saboya, la tormenta anunciaba su ferocidad dando azotes de viento que enfurecían al apacible lago Leman”. 
De esta forma, comienza el libro de Federico Andahazi, escritor argentino y finalista del Premio Planeta en el año 1996, llamado Las piadosas. En él, Andahazi nos introduce en el verano de 1816 en la Villa Diodati junto a una serie de personajes tan célebres como lord Byron, Percy y Mary Shelley, Claire Clairmont y el Dr. Polidori, auténtico protagonista de este libro. Polidori será el depositario a través de unas cartas de un terrible secreto, un secreto que terminará por engendrar uno de los mejores relatos de terror y acabará con su cordura. Andahazi es capaz de sumergirnos en una atmósfera sexual y erótica perturbadora a la vez que nos descubre con su prosa una intriga y moderna novela gótica.
Para aquellos interesados en este escritor os dejo un enlace de una de sus entrevistas.

jueves, 3 de mayo de 2012

EL TIPO DEL PSIQUIÁTRICO VI





Los suicidas siempre escondían notas en los cajones, debajo de las almohadas y en el fondo del armario, Martínez empezaría por ahí. Aunque en esta ocasión había perdido casi toda la tarde y no había encontrado nada, sin embargo, el destino o la suerte siempre jugaban a su manera, y esta vez le permitieron ganar. Se sentó en la butaca que estaba al lado de la ventana, desde allí observaba el resto de la urbanización. Una vecina sacó la basura escoltada por un pequeño y molesto perro pekinés, un crío en bicicleta se entretenía en lanzar chapas a diestro y siniestro mientras recorría la calle a toda velocidad. Martínez miró a su alrededor y descubrió que Andrés poseía una buena colección de revistas sobre automovilismo, así que decidió echar un vistazo a algunas mientras fumaba el último cigarrillo de la tarde. El médico le había dicho un par de veces que lo dejara, pero “¡qué cabrón! Él era médico y fumaba tres cajetillas, una y media más que él”. Necesitaba relajarse antes de enfrentarse con la viuda o peor aún con la hermana. La pelirroja le había gustado para qué negarlo, hacía más de dos meses que no salía con ninguna mujer. No podía involucrarse con nadie de ese caso. Para olvidar a la pelirroja abrió una revista, en su interior encontró una fotografía, al principio parecía antigua, quizás de los años cincuenta.  La mujer de la fotografía era rubia, tendría unos veinte o veintidós años, era guapa y aparecía con una sonrisa enigmática que la cámara había atrapado para siempre.
El detective dejó la habitación y con la fotografía en la mano se dirigió al comedor.
—¿Ha encontrado algo?—le preguntó la pelirroja que le esperaba al final de la escalera fumando un cigarrillo.
—Esta fotografía —el olor a violetas inundó la nariz de Martínez—. ¿Sabe quién puede ser? 
La mujer mostró en sus labios una rigidez casi invisible que no pasó inadvertida para el inspector.
—No la conozco de nada —aseguró y desvió los ojos del policía.
—¿Su hermana ha despertado? —preguntó Martínez y tuvo la corazonada de que la mujer con olor a violetas quería impedir que hablara con la viuda.
—No, aún no. El médico nos ha dicho que dormirá durante varias horas.
—Cuando despierte me gustaría hablar con ella.
—Por supuesto, yo se lo diré.
—De todos modos, aquí tiene mi tarjeta. 
—Muchas gracias.
—Es mi trabajo —contestó el detective.
Martínez advirtió cómo la mujer parecía aliviada cuando se encaminó a la puerta. Sin embargo, él no pudo resistir preguntarle.
—No me ha dicho su nombre —Martínez esperó su respuesta.
Ella dudó unos segundos antes de contestar.
Mara.
Martínez salió de aquella casa y de esa urbanización con una sonrisa entre dientes. La pelirroja se llamaba Mara, pensó que era un buen nombre para una pelirroja con olor a violetas.

miércoles, 2 de mayo de 2012

EL MONJE Y LA HIJA DEL VERDUGO





La editorial Libros del Zorro Rojo ha publicado una novela de Ambros Bierce titulada El monje y la hija del verdugo.  Ambrose Bierce era un escritor y periodista estadounidense que la crítica, en la mayoría de los casos, sitúa en igualdad de genialidad con Poe, Lovecraft o Maupassant en el terreno de lo terrorífico. Aunque la novela narra la trágica historia de amor entre un monje franciscano y la hija de un verdugo hay que señalar en esta publicación las espléndidas ilustraciones de Santiago Caruso. Este joven ilustrador argentino sorprende por sus personajes de pesadilla, sus pinceladas  oscuras que evocan al período más negro de Goya y, en definitiva a la recreación de unas ilusiones tenebrosas, que se fijan de una manera inolvidable en nuestra  mente de lector. 
Para aquellos interesados en admirar el trabajo de este prometedor ilustrador os dejo su página web:



martes, 1 de mayo de 2012

EL SECRETO DE LUCÍA MORKE




El secreto de Lucía Morke es una novela de la autora Inés Macpherson Monegal. Licenciada en filosofía, Macpherson ha escrito numerosos cuentos y relatos. El secreto de Lucía Morke es un romance juvenil dónde todo gira en torno a las leyendas urbanas. Publicada por la editorial  La Galera esta novela narra la historia de una chica llamada Lucía que dedica parte de su tiempo a leer novelas góticas a su vecino ciego. Un día mientras busca en su dormitorio algún libro para leer a Roderick encontrará una carta de un amigo del instituto llamado Hugo que desapareció sin ninguna explicación. Hugo al igual que ella es un apasionado de las novelas de terror, pero también de la investigación de las historias sobre casas abandonadas, fantasmas y todo el glosario típico de personajes de terror. Lucía tras encontrar la carta y animada por Roderick, su vecino ciego, iniciará una investigación para encontrar a Hugo. Sus averiguaciones le llevarán a dar con él y a revivir unos sentimientos que se vieron interrumpidos por su marcha. Hugo vive con su tío, un estudioso de leyendas urbanas, cuyos descubrimientos publica en un blog. Un fin de semana Hugo invitará a Lucía a acompañarles a una de sus investigaciones en un hotel llamado Hotel Limbo. Lucía aceptará ya que ese fin de semana sus padres no estarán en casa y entonces comenzará un viaje al infierno. Un viaje en el que no deja de recordar las palabras de Roderick: "Lucía, algunos monstruos que habitan nuestro mundo son bastante más reales que los fantasmas. Y mucho más peligrosos".
Os dejo un enlace en el que veréis que a veces las leyendas superan a la realidad. Cuidado con quién recogéis en la carretera.