Había cumplido su sueño, aunque se preguntaba: Ahora qué.
Había luchado por llegar, abandonó muchas cosas en el camino, sufrió la incomprensión, la crítica más injusta, las lágrimas más ácidas y después de todo, no encontraba una respuesta a esa pregunta. Las palabras le sonaban áridas y amargas. Pero la cuestión no dejaba de atormentarla, se colocó ante el espejo y le gritó enfadada a su imagen: ¿Ahora qué?
Durante un instante no ocurrió nada, luego su reflejo sonrió y le dijo:
—Ahora, sé feliz.