domingo, 29 de diciembre de 2013

El cantar del lobo XIX


   Adele olisqueó el aire en busca del rastro de Sombra. Su instinto le advertía de que algo no andaba bien. El olor de su amigo se perdía muy cerca de las caballerizas. Recuperó la forma humana y el dolor apareció de nuevo. Las trasformaciones la obligaban a ocultarse durante un par de minutos para reponer el gasto de energía que ello significaba.
Mientras su cuerpo aceptaba de nuevo su forma humana observó a la luna roja y supo que era un mal presagio, alguien había muerto esa noche. Alrededor de las caballerizas los mozos de cuadra se afanaban en llevar cubos de agua. Su desnudez la forzaba a ser cautelosa, así que muy despacio se acercó hasta la puerta. El grito que surgió de su garganta al ver a Sombra o lo que quedaba de él provocó que Kendric, en el comedor del castillo, se incorporara y su silla emitiera un estruendo al chocar contra el suelo. Cuando llegó a las caballerizas, contempló a Adele de rodillas, sujetaba con una mano a su amigo muerto a la vez que, empuñaba una daga cuya pequeña vaina colgaba con un cordel alrededor del cuello. Sus lágrimas de dolor le estremecieron, se sentía responsable de ese animal y sobre todo, sentía que le había fallado a ambos. 
Los mozos de cuadra miraban la escena entre admirados por la bella desnudez de la mujer y el miedo ante el hecho de que la bruja los maldijera. Así que Kendrick les ordenó:
   –¡Fuera! –Los sirvientes cumplieron sin vacilar la orden que les había dado.
Kendrick se acercó muy despacio a Adele, quién no dejaba de llorar y mecer al lobo entre sus brazos.
   –¿Por qué? –le preguntó con los ojos empañados de lágrimas. Su dolor atravesaría la armadura más dura que ningún soldado pudiera llevar.
   –Aún no sé quién ha cometido este asesinato, pero te juro que pagará por ello.
Adele no escuchaba nada de lo que él le decía, pero entonces, los ojos violetas de ella lo miraron fijamente y se trasformaron en dos iris plateados. El cuerpo de la joven se cubrió de sudor y todos sus miembros se tensaron, Kendrick sabía qué iba a ocurrir. De pronto, la mujer dejó de ser humana para ser de nuevo lobo y enseñó los dientes. El nuevo lord, temeroso de su ataque, retrocedió unos pasos. Ella dio un pequeño empujón con el hocico a Sombra y después se marchó. El joven Arrow quiso seguirla, pero sabía que ahora existía entre ellos una frontera infranqueable. Había visto en sus ojos su desprecio. Kendrick cubrió con una manta los restos del animal y sintió que su vida cambiaría muy pronto.