sábado, 17 de marzo de 2012

EL TIPO DEL PSIQUIÁTRICO IV





A las cinco de la tarde, Martínez se encontraba delante de una puerta blanca con pomos relucientes y llamaba al timbre. El policía echó un vistazo a su alrededor y por lo que vio, dedujo que el suicida no vivía nada mal. La casa estaba construida en un barrio residencial y disponía de un jardín. Martínez pensó que él no tenía muy buena mano con las plantas, pero hubiera disfrutado sembrando alguna verdura en aquel terreno, también observó que había varios juguetes desparramados por el porche. Pulsó el timbre dos veces antes de que una mujer abriera la puerta, parecía demasiado calmada para ser la esposa. Rondaría los cuarenta y poseía una larga melena roja que caía sobre sus hombros en un descuido intencionado. Martínez enseñó su placa y ella lo dejó entrar sin hacer preguntas, luego cerró la puerta y le dijo:
—Le estábamos esperando –ella se frotó las manos en un gesto nervioso antes de añadir—: Nos  han avisado desde comisaría  que esta tarde vendría.
—¿Usted es? –preguntó Martínez y alzó una ceja de manera inquisitiva.
—Soy Mara, la cuñada del fallecido.
Martínez disponía de las tablas suficientes para detectar que a la mujer su cuñado no le caía demasiado bien, así que se ahorró las palabras de condolencia.
—Bien, si no le importa señorita Mara empezaré por la habitación de su cuñado –el policía sacó de su traje un papel—. Aquí tiene la orden de registro.
La pelirroja ni siquiera la leyó.