El camino en el bosque, siempre oculto a todos aquellos
que no saben ver...
Argana
recordó las palabras de su madre y una sonrisa apareció en su rostro. Ella ya
había encontrado el camino. Lo visitaba con frecuencia pero temía ser
descubierta, ahora todos andaban a la caza de brujas. Debía ser más cuidadosa,
desde el día que supo que era descendiente de sanadoras, conocía qué se
ocultaba al final del bosque. Su abuela le había contado la historia y, al
igual que ella, su madre también había sido una sanadora. Aunque su hermana
Cecile no había heredado su don. Esa mañana se vistió deprisa y antes de que
todos despertaran en el castillo se dirigió al bosque, el camino que conducía
al secreto que todas las sanadoras habían jurado proteger, estaba oculto por
unos helechos y unas enredaderas espesas con largas agujas defensivas. Argana
cerró los ojos y pronunció las palabras que harían que la naturaleza
obedeciera. De pronto, las enredaderas dejaron un espacio por dónde pasar, pero
antes de entrar, el ruido de jinetes la alertó del peligro. Emitió de nuevo las
órdenes para que las enredaderas ocultaran su secreto pero fue demasiado tarde.
Al frente del grupo, Cecile montada sobre el caballo de Redoc, el hijo mayor
del conde, y parecía señalarla. Al lado, se encontraba su hermano Liam, y a
quién su padre le enseñaba esgrima todas las tardes. Argana intentó escapar,
pero los hombres cortaron sus pasos e impidieron que huyera. Todos la miraban
con odio, la joven no comprendía nada de lo que ocurría hasta que su hermana
habló:
—¡Es
una bruja! —la acusó mientras Argana asustada negaba las acusaciones con la
cabeza.
—¡Apresadla!
—gritó el hijo mayor del conde
—¡Habéis
perdido el juicio! —intervino Liam—. ¡Es Argana!
Liam
se bajó del caballo para protegerla pero su hermano ordenó a dos de sus hombres
que también lo apresaran. Cecile miró con verdadero odio a Argana y ésta supo
la razón de su traición.: Cecile amaba a Liam.
Esa
misma noche, fue condenada a muerte, sería ejecutada al día siguiente por
brujería. Su hermana Cecile había dado detalles sobre sus prácticas, la
muchacha convenció a su auditorio de que era una bruja muy peligrosa y con sus
artes había hechizado a Liam. Todos en el castillo conocía el amor que el hijo
del conde profesaba a la joven, así que consideraron como ciertas las palabras
de Cecile.
En
la celda, Argana se lamentaba de no haber visto el odio de su hermana, pero
para ella ya era demasiado tarde. De pronto, el carcelero abrió las rejas,
luego se retiró y una figura que sujetaba una antorcha entró.
—¡Argana!
La
joven reconoció la voz de Liam y no pudo evitar lanzarse a sus brazos.
—¡No
soy ninguna bruja!
—Lo
sé —dijo él—. Debemos irnos. No tenemos mucho tiempo.
—Mi
padre y mi abuela, ¿están bien?
—Lo
siento —dijo Liam, pero ella no necesitó que él le contara lo ocurrido lo leía
en sus ojos.
—¡No!
—gritó la joven y Liam la abrazó más fuerte para consolarla.
—Argana
no podemos quedarnos más tiempo o yo también seré ejecutado por ayudar a una
bruja —la joven asintió y salieron de la celda.
Dos
caballos los esperaban pero Redoc también los aguardaba junto con Cecile.
—¡En
verdad te ha embrujado! —gritó Redoc, luego desenvainó su espada para
enfrentarse a su hermano.
—Hermano,
no pelearé contigo —dijo Liam.
—¡Mata
a la bruja! —gritó Cecile, sus ojos parecían inundados por el odio y su cara se
había desfigurado por los celos.
—Liam
decide de qué parte estás.
Redoc
se acercó a él y apuntó con el filo de su espada el pecho de su hermano. Liam
retrocedió y también desenvainó la suya, pero Liam era mucho mejor con la
espada que su hermano y un movimiento certero le hizo asestarle una
estocada mortal. Los gritos de Cecile
alertaron al resto de los hombres y pronto estarían rodeados.
—¡Liam!
¡Debemos irnos! —exclamó Argana, mientras estiraba de él.
Liam
estaba tan aturdido por lo que había hecho que no dejaba de pensar que había
matado a su hermano. Sin embargo, Argana colocó su mano sobre su pecho, cerró
los ojos y pronunció unas palabras que consiguió consolarle lo suficiente para
pensar de nuevo. Ambos se miraron fijamente y Argana vio en los ojos del joven
la sombra de la sospecha.
Ahora
Liam era un fugitivo de la justicia, su padre no descansaría hasta encontrarle
y condenarle por la muerte de su hermano, pero Argana sufriría mucho más la ira
del conde.
Durante toda la
noche cabalgaron para huir, sin embargo, Liam no convenció a Argana de que lo
acompañara. Ella pertenecía al bosque, le habló de un secreto, de cómo debía
sanar a Cecile, de muchas cosas que él no comprendía. Pero al ver su poder y el
inicio del camino supo que pasaría mucho tiempo antes de que ambos volvieran a
verse de nuevo.