Durante
un instante ningún reflejo de la luna iluminaba el camino. La joven
avanzaba deprisa para salvar la vida. Tan sólo la separaba de la
venganza de su enemigo esas horas que pertenecían a la noche. Una
venganza que había tejido, al igual que la mejor tela de araña, con una
precisión asombrosa. Miró al lugar del camino, dónde la luna había
dejado caer uno de sus pálidos haces de luz la noche anterior. Entonces,
escuchó el aullido de un lobo y supo que él la había encontrado.
Luna Nueva Visible o Luna Creciente:
La
luna era una pequeña figura en el cielo estrellado. Había cabalgado
durante todo el día con un sólo objetivo: encontrar el motivo de sus
desgracias. Sabía hacia dónde se dirigía y por muy poco no la había
apresado la noche anterior. Miró hacia el cielo y la luna lo miró con
desprecio. En aquel momento sintió temor y también pena por sí mismo, al
comprender que se había convertido en un verdugo.
Cuarto Creciente:
Esa
noche el cansancio la obligaría a detenerse. Miró a la luna, esta vez
un semicírculo iluminaba el camino. La inquietaba no saber el motivo de
esa persecución. Había analizado una y otra vez que pecado había
cometido y se sentía tan inocente que las lágrimas brotaron de sus ojos
sin evitarlas.
Luna Gibosa Creciente:
Él
contemplaba el proceso de aquella luna al perder su rectitud y tomar
día tras día una forma cóncava. No aguantaría mucho más, había visto que
las huellas eran más lentas, su presa estaba agotada y posiblemente la
encontraría con facilidad muerta desfallecida en mitad del bosque. Cada
noche que pasaba, la luna se convertía en la mejor guía al iluminar el
camino por dónde seguir.
Luna Llena o Plenilunio:
Aquella
noche sólo podía acabar con el encuentro de cazador y presa. Ella le
vio cuando la luna se transformó en un círculo gigante. Él no estaba
preparado para ese encuentro, pero ese inocente rostro, de piel tan
pálida como la luna que los vigilaba, había causado mucho dolor. Apretó
el puño de su espada y se dirigió hacia ella con la intención de
matarla.
Luna Gibosa Menguante:
Al
ver al joven acercarse a ella con la mirada de la muerte en sus ojos,
pensó en otra noche, en otro lugar y en otro momento. La luna aquel día
era cóncava, lástima que no pudiera hacerle comprender que cometería un
error, sólo la luna era testigo de su inocencia.
Cuarto Menguante:
El
joven recordó a su hermano y miró a esa bella mujer. Sólo vio el engaño
en sus labios, la traición en sus ojos, la muerte en sus manos y
entonces todo estuvo claro para él. Ahora, sí era consciente del pecado
que ella cometió y de su venganza. Miró a la luna que esa noche tenía
una forma de semicírculo y le juró servirla hasta su último día en la
tierra, en cambio, el astro le mostró la muerte de su hermano.
Luna Menguante:
La
joven vio la espada en forma de guadaña al igual que la luna que la
iluminaba y supo que había llegado su fin. Sin embargo, cuando el joven
soldado quiso ejecutar su plan a él le tembló la mano. El rostro de ella
mostraba una rara belleza, un brillo inagotable, una irrealidad que lo
hizo dudar. Pronto amanecería, él la miró directamente a los ojos y ella
le sonrió, aquella sonrisa le hizo perder su valentía. Los primeros
rayos de luz hicieron etérea la imagen de la joven, su palidez era
asombrosa y su transparencia casi visible. El joven soldado intentó
retenerla, tiró de su brazo para sujetarla, sin embargo, ella ya no
estaba allí, la luz dominaba por completo a su alrededor, el día había
llegado, la luna había desaparecido.