jueves, 28 de febrero de 2013

El cantar del lobo VIII




La paciencia de lord McGregor estaba a punto de acabarse. Muchos de los asistentes al consejo parecían jovencitas asustadas. El rey había muerto, el heredero también y nadie veía con buenos ojos que la princesa Adele o la bruja como la conocían todos ocupara el trono. Recordó a la madre de la muchacha, se conocían desde niños, pero ella eligió a Sirkan. De eso hacía mucho tiempo y, aunque todos sabían que la joven jamás debería ocupar el trono, una tierra sin rey era una tierra que pronto se teñiría de sangre.
Las tierras altas peligraban gracias a los hombres de Traim, ese perro estaba empeñado en adueñarse de toda la franja norte. Allí, la costa era su mejor aliado, los acantilados impedirían el acceso con facilidad de las huestes enemigas, pero debían actuar con rapidez o Traim entraría en el reino sin dificultad. Aún tenía que averiguar quién había matado al joven príncipe. El enemigo estaba cerca, lo sentía en los huesos. Miró a cada uno de los asistentes y no confiaba en ninguno de ellos, pero estaba convencido de que el asesino no estaba entre los presentes. Lord McGregor golpeó la mesa con el puño. El ruido del golpe acalló a los hombres.
–¡Debemos actuar! –gritó colérico.
Lord Riajmerd, un hombre fornido con la cara llena de cicatrices por culpa de la viruela, habló en primer lugar.
–Lord McGregor tiene razón, debemos actuar y pronto. Mis hombres no resistirán un ataque de Traim sin el apoyo de alguno de vosotros. Y no estoy dispuesto a sacrificarlos, mientras aquí se bebe y se honra a un rey muerto.
Lord McGregor miró fijamente a lord Conrad, un viejo guerrero, permanecía en el consejo por sus sabias recomendaciones. En la mayoría de las ocasiones eran acertadas, en otras, la sangre había corrido más de lo necesario. Aunque esta vez dijo:
–Primero enterraremos a un príncipe, después hay que buscar a la heredera al trono. Nos guste o no la princesa Adele es nuestra futura reina. 
–Lord Conrad, la bruja… –la mirada lacerante del viejo lord acalló la protesta del más joven de los consejeros. Se trataba de lord Arrow, un muchacho que había ocupado el puesto de su padre ante su repentina enfermedad.
–Me parece que ya tenemos un candidato para encontrar a la futura reina –la mirada acerada del viejo lord silenció las protestas del joven ante la misión encomendada–. Lord Arrow dispone de una semana para encontrarla o no quedará nada de este reino por lo que luchar.
–¿Por qué esa decisión? –preguntó lord McGregor, consciente de que el viejo lord no hacía las cosas sin un motivo.
–Porque nuestra futura reina se casará con Traim, tendremos un rey fuerte, una reina controlada por la mano de su esposo y un país en paz. Es más de lo que un viejo puede desear antes de morir.
Lord Conrad se puso en pie y la reunión se dio por finalizada. Los asistentes se enzarzaron en pequeños grupos a discutir sobre las palabras del viejo lord. Aunque eran una jugada inteligente, mantener a raya a Traim a través de un matrimonio no sería fácil. Pero Adele no era una joven cualquiera, era una bruja y además con ganas de venganza. Quizá el viejo lord había actuado con una gran sabiduría. Debían encontrar a la princesa, pero no se fiaba del joven Arrow, Kendrick lo acompañaría.