lunes, 3 de septiembre de 2012

El tipo del psiquiátrico VIII





Mara entró en la habitación dónde el detective y su hermana hablaban.
—Disculpen, pero he de marcharme. 
La pelirroja se acercó a su hermana y la besó, luego le dijo:
—Cariño, llámame para cualquier cosa que necesites. 
Se giró hacia el detective, inclinó la cabeza a modo de despedida y salió de la habitación dejando un olor particular que desconcentró a Martínez. Al cerrar la puerta, el detective regresó a la realidad y continuó con sus preguntas, sin embargo, al ver que no averiguaría nada más procedió a terminar con el interrogatorio. Aunque antes de despedirse, la viuda le preguntó:
—¿Le ha enseñado esta fotografía a mi hermana? —el detective asintió de un gesto con la cabeza.
—Ella tampoco la conocía –respondió con ganas de salir de la habitación y fumarse un cigarrillo.
—¿Qué extraño? —contestó ella.
—¿A qué se refiere? –preguntó intrigado.
—El coche que aparece en la fotografía –dijo, por primera vez el detective se fijó en el detalle que le señalaba—. Pertenecía al novio de mi hermana.
—¿Cómo lo sabe?
—Hizo dibujar en el capó un pequeño leopardo en negro, ahora es fácil hacerlo, pero hace unos años, pocos podían permitirse un capricho similar.
—¿Dónde puedo localizar a su hermana?
—Supongo que en casa, allí debe estar.
—Deme su dirección –exigió enfadado al pensar que la pelirroja le había tomado el pelo.
—Claro, aquí tiene —dijo la viuda y le extendió un trozo de papel en el que había escrito la dirección de su hermana.
Martínez dejó aquella casa de un barrio residencial con la sensación de que la pelirroja jugaba a un juego muy peligroso, un juego qué también él jugaría.