domingo, 5 de febrero de 2012

El camino que no saben ver




El camino en el bosque, siempre oculto a todos aquellos que no saben ver...
Argana recordó las palabras de su madre y una sonrisa apareció en su rostro. Ella ya había encontrado el camino. Lo visitaba con frecuencia pero temía ser descubierta, ahora todos andaban a la caza de brujas. Debía ser más cuidadosa, desde el día que supo que era descendiente de sanadoras, conocía qué se ocultaba al final del bosque. Su abuela le había contado la historia y, al igual que ella, su madre también había sido una sanadora. Aunque su hermana Cecile no había heredado su don. Esa mañana se vistió deprisa y antes de que todos despertaran en el castillo se dirigió al bosque, el camino que conducía al secreto que todas las sanadoras habían jurado proteger, estaba oculto por unos helechos y unas enredaderas espesas con largas agujas defensivas. Argana cerró los ojos y pronunció las palabras que harían que la naturaleza obedeciera. De pronto, las enredaderas dejaron un espacio por dónde pasar, pero antes de entrar, el ruido de jinetes la alertó del peligro. Emitió de nuevo las órdenes para que las enredaderas ocultaran su secreto pero fue demasiado tarde. Al frente del grupo, Cecile montada sobre el caballo de Redoc, el hijo mayor del conde, y parecía señalarla. Al lado, se encontraba su hermano Liam, y a quién su padre le enseñaba esgrima todas las tardes. Argana intentó escapar, pero los hombres cortaron sus pasos e impidieron que huyera. Todos la miraban con odio, la joven no comprendía nada de lo que ocurría hasta que su hermana habló:
—¡Es una bruja! —la acusó mientras Argana asustada negaba las acusaciones con la cabeza.
—¡Apresadla! —gritó el hijo mayor del conde
—¡Habéis perdido el juicio! —intervino Liam—. ¡Es Argana!
Liam se bajó del caballo para protegerla pero su hermano ordenó a dos de sus hombres que también lo apresaran. Cecile miró con verdadero odio a Argana y ésta supo la razón de su traición.: Cecile amaba a Liam.
Esa misma noche, fue condenada a muerte, sería ejecutada al día siguiente por brujería. Su hermana Cecile había dado detalles sobre sus prácticas, la muchacha convenció a su auditorio de que era una bruja muy peligrosa y con sus artes había hechizado a Liam. Todos en el castillo conocía el amor que el hijo del conde profesaba a la joven, así que consideraron como ciertas las palabras de Cecile.
En la celda, Argana se lamentaba de no haber visto el odio de su hermana, pero para ella ya era demasiado tarde. De pronto, el carcelero abrió las rejas, luego se retiró y una figura que sujetaba una antorcha entró.
—¡Argana!
La joven reconoció la voz de Liam y no pudo evitar lanzarse a sus brazos.
—¡No soy ninguna bruja!
—Lo sé —dijo él—. Debemos irnos. No tenemos mucho tiempo.
—Mi padre y mi abuela, ¿están bien?
—Lo siento —dijo Liam, pero ella no necesitó que él le contara lo ocurrido lo leía en sus ojos.
—¡No! —gritó la joven y Liam la abrazó más fuerte para consolarla.
—Argana no podemos quedarnos más tiempo o yo también seré ejecutado por ayudar a una bruja —la joven asintió y salieron de la celda.
Dos caballos los esperaban pero Redoc también los aguardaba junto con Cecile.
—¡En verdad te ha embrujado! —gritó Redoc, luego desenvainó su espada para enfrentarse a su hermano.
—Hermano, no pelearé contigo —dijo Liam.
—¡Mata a la bruja! —gritó Cecile, sus ojos parecían inundados por el odio y su cara se había desfigurado por los celos.
—Liam decide de qué parte estás.
Redoc se acercó a él y apuntó con el filo de su espada el pecho de su hermano. Liam retrocedió y también desenvainó la suya, pero Liam era mucho mejor con la espada que su hermano y un movimiento certero le hizo asestarle una estocada  mortal. Los gritos de Cecile alertaron al resto de los hombres y pronto estarían rodeados.
—¡Liam! ¡Debemos irnos! —exclamó Argana, mientras estiraba de él.
Liam estaba tan aturdido por lo que había hecho que no dejaba de pensar que había matado a su hermano. Sin embargo, Argana colocó su mano sobre su pecho, cerró los ojos y pronunció unas palabras que consiguió consolarle lo suficiente para pensar de nuevo. Ambos se miraron fijamente y Argana vio en los ojos del joven la sombra de la sospecha.
Ahora Liam era un fugitivo de la justicia, su padre no descansaría hasta encontrarle y condenarle por la muerte de su hermano, pero Argana sufriría mucho más la ira del conde.
Durante toda la noche cabalgaron para huir, sin embargo, Liam no convenció a Argana de que lo acompañara. Ella pertenecía al bosque, le habló de un secreto, de cómo debía sanar a Cecile, de muchas cosas que él no comprendía. Pero al ver su poder y el inicio del camino supo que pasaría mucho tiempo antes de que ambos volvieran a verse de nuevo.