domingo, 5 de febrero de 2012

El espejo



No pude evitar detenerme ante el espejo, observé mi rostro, las pequeñas arrugas que el tiempo, sin apenas darme cuenta, se había encargado de colocar. Me giré y vi que mi figura ya no era como hacía unos años. Y de nuevo, observé mis ojos y recordé otro tiempo, junto con otros momentos más felices. Mi imagen sonrió e hizo que las pequeñas arrugas de la comisura de la boca fueran más marcadas. Durante unos instantes, no vi a la mujer madura en la que me había convertido, sino a la niña de diez años que había cogido los zapatos de tacón y aquel pintalabios rojo que mamá sólo usaba los domingos.